Un suéter aparentemente inofensivo de J.Crew –un tejido Fair Isle de color rosa claro para hombre– ha desatado un debate sorprendentemente acalorado entre los conservadores en línea, demostrando cuán profundamente arraigadas permanecen las expectativas de género en la cultura moderna. El revuelo, encabezado por figuras como la enfermera jubilada Juanita Broaddrick y del que se hizo eco el congresista republicano de Tennessee Tim Burchett, subraya hasta qué punto incluso las elecciones de color pueden convertirse en campos de batalla en la guerra cultural en curso.
La reacción inesperada
La controversia comenzó cuando Broaddrick, un destacado agitador conservador en línea, cuestionó si algún hombre se atrevería a usar el suéter de 168 dólares. La respuesta fue rápida y predecible: muchos se burlaron de la prenda como algo que usaría una “liberal” o una “chica de hermandad de mujeres”, y algunos incluso la enmarcaron como un ataque a la masculinidad. El presentador de Fox News, Will Cain, mordió el anzuelo y usó brevemente el suéter en el aire para burlarse de él.
La intensidad de la reacción plantea una pregunta clave: ¿por qué un suéter rosa provoca sentimientos tan fuertes? El estudioso de los medios de moda Myles Ethan Lascity sugiere que no es sólo el color, sino la combinación del rosa con una “zona floral del cuello” (aunque en realidad es un diseño geométrico) lo que desencadena la indignación. Sin embargo, incluso enmarcarlo simplemente como “rosa” conlleva un bagaje cultural.
Una historia de colores de género
La asociación del rosa con la feminidad es un fenómeno relativamente reciente. Hasta principios del siglo XX, el rosa se consideraba a menudo un “color de niños”, mientras que el azul estaba reservado para las niñas. Este cambio, explorado por la historiadora de la vestimenta Jo Paoletti en su libro “Pink and Blue”, resalta cuán arbitrarias pueden ser las asignaciones de género. Sin embargo, el condicionamiento cultural es profundo.
Como señala la historiadora de la moda Deirdre Clemente, históricamente el rosa ha luchado por ganar terreno en la moda masculina, y a menudo ha sido descartado como “dandy” o incluso “gay”. La única excepción fue la estética “coke chic” de la década de 1980, donde el rosa se abrazaba junto con la riqueza y el estatus excesivos.
Clase y Señalización Cultural
La indignación por el suéter no es universal. Lascity sugiere que alguien como Tucker Carlson, con su sensibilidad preppy, podría usarlo sin dudarlo. Esto apunta a una división de clases: si bien el suéter podría ofender a quienes están en los círculos MAGA, no estaría fuera de lugar entre los conservadores más ricos y más conscientes de la moda.
J.Crew, que ofrecía una versión accesible de “preparación”, probablemente anticipó esta reacción. Perder un segmento de clientes anti-rosa probablemente no fue una preocupación, ya que de todos modos no eran su objetivo demográfico.
Las implicaciones más amplias
Este debate aparentemente trivial revela algo más profundo: la rígida vigilancia de las normas de género y la ansiedad que rodea las violaciones percibidas de la masculinidad. Paoletti sostiene que la ropa hipergénero contribuye a un sistema que presiona a los niños a adaptarse, castigando cualquier desviación de las expectativas. La indignación por un suéter rosa es un síntoma de esta presión cultural más amplia.
En última instancia, la controversia es un recordatorio de que incluso en el siglo XXI, la ropa sigue siendo un potente símbolo de identidad y pertenencia social, y que algunas personas defenderán agresivamente esos límites.
