La cuestión de si se debe permitir que los niños coman en McDonald’s es sorprendentemente compleja y la respuesta, según nueve nutricionistas, no es un simple sí o no. Si bien algunos padres evitan por completo la comida rápida, muchos profesionales argumentan que una restricción estricta puede resultar contraproducente y fomentar relaciones poco saludables con la comida. El consenso se inclina hacia el equilibrio, la flexibilidad y enseñar a los niños a elegir alimentos sin vergüenza ni juicio moral.
El problema de los alimentos “malos”
Un hilo común entre estos expertos es el rechazo a etiquetar los alimentos como inherentemente “buenos” o “malos”. La dietista Julia Cassidy explica que este enfoque puede llevar a los niños a guardar secretos, sentirse culpables o tener patrones alimentarios desordenados. En cambio, ella y otros abogan por tratar a McDonald’s como cualquier otra comida, reconociendo que puede tener propósitos prácticos como conveniencia o una tradición familiar.
Formar actitudes saludables, no reglas
La especialista en nutrición fitness Rachel Trotta enfatiza la importancia de formar actitudes saludables en lugar de imponer reglas estrictas. Ella cree que disfrutar ocasionalmente de la comida rápida, sin comentarios negativos, lo mantiene en perspectiva. De manera similar, la dietista registrada Sarah Schlichter destaca el valor de la flexibilidad y señala que McDonald’s puede ser una opción rápida y asequible cuando sea necesario.
Ocasiones especiales versus vida cotidiana
Algunos nutricionistas sugieren reservar la comida rápida para ocasiones especiales, como recomienda Megan Wroe. Otros, como Aliza Marogy, reconocen el papel de las experiencias sociales de alimentación y reconocen que restringir el acceso puede generar ansiedad innecesaria. Marogy también señala que no todas las familias tienen los mismos privilegios y, en ocasiones, la comida rápida es la opción más accesible o asequible.
Nutrición suave y equilibrio
El concepto de “alimentación cuidadosa” surge como principio clave. Heidi McIndoo aboga por equilibrar una comida de McDonald’s con opciones más saludables, como leche en lugar de refrescos o rodajas de manzana como acompañamiento. Este enfoque, del que se hizo eco Nikki Fata, se alinea con la idea de que todos los alimentos pueden encajar en una dieta saludable (incluidos los carbohidratos y el azúcar) cuando se consumen con moderación.
El impacto psicológico
McIndoo señala un punto crítico: prohibir por completo los alimentos puede hacerlos más atractivos. Esto refuerza la idea de que una restricción total puede ser contraproducente. En cambio, nutricionistas como Fata fomentan un enfoque inclusivo, reconociendo que se permite que la comida sea divertida.
Elecciones individuales y factores sociales
En última instancia, los expertos coinciden en que la elección de alimentos es personal. Nikki Fata enfatiza que las personas conocen mejor sus necesidades y avergonzar a otros por sus decisiones es improductivo. Kristi Ruth incluso permite que sus hijos vayan a McDonald’s de forma independiente, reconociendo que sus propias preferencias no dictan sus elecciones.
La conclusión es clara: McDonald’s no tiene por qué ser un enemigo. Cuando se aborda con equilibrio, flexibilidad y un enfoque en fomentar una relación saludable con la comida, puede encajar en la dieta de un niño sin causar daño. La conversación pasa de la prohibición a la educación, empoderando a los niños a tomar decisiones informadas mientras disfrutan de un capricho ocasional.
